Has decidido que te mereces divertirte esa noche. Cuando llegas al edificio un amable recepcionista te pregunta por el nombre que diste por teléfono antes de pedirte la tarjeta de crédito. Luego de que hayas pagado, te hacen entrega de una llave con instrucciones de ir a la habitación al final del pasillo.
Una vez llegas ahí esperas, sin atreverte a sentarte en la silla cerca de una pared o el amplia cama con sólidos postes de madera en cada borde. Los minutos se te hacen interminable hasta que alguien gira el picaporte a tus espaldas y tu Amo por la noche entra en el cuarto.
Es alto, guapo, musculoso, tal como lo pediste. Un arnés negro le cruza el pecho resaltando sus pectorales y bajo la cintura lleva unos pantalones de látex negro tan apretado que no dejaban el menor espacio a la imaginación. Un camino oscuro empezaba en su vientre descendiendo hacia el generoso bulto que llevaba. Se te hace agua la boca, pero te fuerzas a levantar la mirada hacia tu Amo.
Él te lanza una sonrisa que evidencia sus dientes blancos y te ordena con su voz grave que te saques la ropa. Tú...
[[te la sacas sin más espera]]
[[te la sacas pero te tomas tu tiempo, prefiriendo verlo de arriba abajo]]
Un estremecimiento te recorre al quedarte con la piel al aire. Después de los zapatos y de que tus pantalones yacen en el suelo, sobre la silla, tu Amo se acerca a sobarte la entrepierna.
-No hemos hecho nada y ya estás poniéndote caliente, ¿eh? -murmuró. Sus manos eran grandes y calientes. Casi puedes sentir a tus venas hinchándose para endurecer tu miembro-. Pequeña perra impaciente habías sido, ¿no?
Tú asientes, incapaz de moverte, las manos apretadas a tus costados, viendo qué cerca que tiene tu Amo sus dientes e imaginándote que los usaba para dejarte marcas de mordida por todo el cuerpo. No puedes contenerte un estremecimiento cuando su puño se cierra bruscamente alrededor de tus testículos y lo cierra sin compasión.
Te gusta el dolor, se lo has dicho por teléfono. El brillo en los ojos de tu Amo no estás seguro si significa que trajeron a un verdadero sádico en esta ocasión o sólo se trataba de un profesional disfrutando con un trabajo bien hecho. Prefieres creer que es lo primero porque era más fácil perderse en el placer cuando es mutuo. A ninguno de los dos les quita el sueño descubrir la verdad.
Tu Amo te conduce hacia la cama y con un firme empujón acabas acostado en ella. El peso del hombre lo percibes en sus piernas cuando él usa una rodilla para separártelas. Sus manos te suben los muslos para que pueda recorrer con libertad tu culo y sentir tus nalgas, especialmente el ano que ya se cerraba y abría en anticipación. No van a necesitar mucha preparación y tú esperas que no la haya. Ni siquiera lubricante.
Querías sentir cada segundo en que tu cuerpo se acostumbraba a la intromisión de ese considerable bulto, todavía oculto por esos pantalones que casi parecían piel. La protesta de tus músculos inferiores siempre era tan deliciosa. Pero tu Amo parece que tiene otra idea en mente.
De repente, y sin aviso, estás privado de sus magníficos toques y él está lejos, cerca de una cómoda. Al volver tiene un collar que te pone para después ajustarlo a una correa. Es negro y el interior está acolchado. Un nuevo estremecimiento te recorre, pero entonces tu Amo tira de ti desde la correa y así hasta que te encuentras de rodillas en frente de él. Te encuentras asumiendo la postura sumisa correspondiente con tus manos sobre las rodillas y no miras a sus ojos, por el tema del protocolo y porque estás de frente con su considerable erección.
Tu Amo baja una mano para iniciar el descenso de su cremallera. No lleva ropa interior y tu nariz se ve de inmediato invadido por el aroma que desprende. Su carne es dura, gruesa, llena de venas sobresalientes y la tienes al alcance de la lengua, pero entonces sientes dedos tomándote del cabello. No es demasiado fuerte el agarre.
-¿Eres una buena puta, zorra? ¿Por qué no me demuestras qué tan cochina eres abriendo esa boca para mí?
Tú...
[[abres la boca y sacas la lengua|-¡Su perra, señor, su perra!]]
[[simulas un gesto de asco y apartas el rostro]]
Has pagado por esa noche y bien podrías disfrutar el fruto de tu dinero, ¿no? Es un hombre atractivo, seguro que debía saber lo difícil que era quitarle la vista de encima una vez se fijaba en él. Estás tardando demasiado en cumplir la orden, de modo que tu Amo se adelanta para clavarte una mirada entre picarona y dura.
-Eh, tío, no tenemos toda la noche. Quiero ver con lo que voy a tener a tener que trabajar hoy.
Tú
[[bufas disconforme]]
[[asientes sumiso y te quitas toda la ropa|te la sacas sin más espera]]
Tú no pagaste para sólo seguir órdenes como un robot, así que esa te parece una respuesta apropiada.
Tu Amo frunce un costado de su apetitosa boca y se acerca a ti, agarrándote para así empujarte hasta la cama. El impulso sorpresivo ha sido tal que no puedes evitar caer de espaldas. La cama al menos es cómoda, lo que es una suerte porque tu Amo está sobre ti y te sostiene de las muñecas hacia abajo.
Con una mano puede sostenerte las dos a la vez.
Te sientes abrumado al saberte tan pequeño e indefenso a la merced de una presencia tan imponente como la suya. No puedes hacer nada en protesta cuando tu Amo decide desnudarte él mismo, tirando de las prendas en tus piernas y luego arrancarte como una curita las que cubrían tu pecho.
Tienes una erección obvia irguiéndose justo debajo de tu vientre. Te mueves un poco inútilmente tratando de disimularla y tu Amo te da una palmada justo sobre los testículos, provocando una corriente de dolor que te paraliza bajo él. Es bruto, piensas mientras aprietas los dientes.
Sientes un ligero cosquilleo en la zona. No sabes si es por hambre de que lo haga de nuevo o sólo tu piel resintiendo ese trato.
-¿Quién eres aquí, eh? -pregunta Amo, regalándote otra palmada. Con cada una de sus siguientes palabras, lo sigue con un nuevo impacto-. ¿Quién vas a ser esta noche para mí? Dilo fuerte y claro, que quiero oírlo.
Incapaz de mantenerte quieto, agitándote casi en deseperación, abres la boca y dices:
[[-¡Su perra, señor, su perra!]]
[[Nada. Si quiere oír esas palabras, tendrá que sacártelas con algo mejor que eso.]]
ADVERTENCIA: Este juego utiliza BDSM como parte de su narrativa. Es un juego sexual en el que los protagonistas son un par de hombres mayores de edad. Habrá palabrotas, sexo explícito, humillación verbal, dolor físico, exhibicionismo y tortura involucrando partes íntimas. Si cualquiera de estos elementos fuera de tu desagrado, esto no es para ti.
En caso de que aún sigas aquí, [[continúa por aquí|Una noche en Darkadia]]
Esta forma de proceder ciertamente es de su agrado. Lo siguiente que sabes es que estás disfrutando de su polla y disfrutar se queda corto, porque estás en la pura gloria siendo utilizado como un hueco más del que tu Amo puede disponer libremente. Su miembro pulsante y vivo presiona contra su lengua y boca con cada empujón de sus fuertes caderas, intoxicándote ya no sólo con su aroma pero también su sabor intenso, un poco salado y delicioso.
Ni siquiera tienes que moverte, sólo mantenerte ahí como un buen cliente mientras eres utilizado. Tu Amo puede ir hasta el fondo y restregar su entrepierna contra tu nariz si él quiere. Hace un buen tiempo que has logrado eliminar cualquier impedimento. Tener esa enorme polla bajando hasta su garganta, impidiéndote gemir o respirar siquiera, no es nada más de lo que podrías desear.
Hay algo sobre ese concepto de hacerte hacer que tiene fascinado y mueves la mano sobre tu rodilla para masturbarte furiosamente, dándote el placer que tanto has estado esperando. Los testículos se te apretaban por la tensión, pero algo se ha liberado cuando comienzas a apretarte. Sin embargo, apenas habías empezado a coger ritmo cuando tirando desde tus cabello, tu Amo te desaparece de su erección, la cual sigue apuntando recta a tu nariz una vez libre de tus labios.
-¿Qué estás haciendo, puta? -dice tu Amo y un tonillo de diversión se filtra por sus palabras-. ¿Te he dicho yo que podías tocarte? ¿Quién te ha dado permiso?
Tú
[[gimoteas como un cachorro pidiendo por comida]]
[[respondes con una mueca en la que se ve claramente que no te gustó ser interrumpido así]]
Esa respuesta no le place. Un gruñido le escapa de los labios y por un momento temes haber pasado una línea, hacerle creer que sólo estás desperdiciando tu dinero, pero entonces le ves esbozar una sonrisa.
-Así que así lo vas a querer, ¿eh? -dice y se sale de la cama, dirigiéndose hacia un mueble.
Cuando el hombre regresa, éste no hace ningún esfuerzo por ocultar las muñequeras de cuero unidas a una cuerda que lleva. Tú batallas, tu propia excitación demasiado evidente en tu cuerpo para que nadie se lo tome demasiado en serio, hasta que finalmente eres esposado y sujeto a una barra metálica en la cabecera. A partir de ahí peleas un poco más, pero entonces un súbito nalgazo dispara una corriente por tu cuerpo y te quedas paralizado, permitiéndole a tu Amo que te acomode con las nalgas en alto. Sólo te puedes sostener con los codos para que tu cara no dé directo contra la cama, pero apenas yergues la cabeza la poderosa mano de tu Amo cae sobre tu cabeza y te empuja de nuevo hacia abajo.
La posición no tiene nada de digna y eres especialmente consciente de ello cuando los sientes palmearte el culo, como comprobando qué tal lo tenías. Estás completamente vulnerable y no puedes hacer nada para evitar el siguiente nalgazo, que resuena en la habitación y te hace curvar los dedos de los pies.
-¿Voy a tener que enseñarte cómo comportarte, animal? Aquí no eres una princesa -Nuevos nalgazos-. Aquí no estás para darte el gustito -Tu piel escuece-. Aquí no estás para darte aires de macho -Cada golpe duele hasta arrancarte una lágrima. Tu Amo tiene manos grandes y pesadas y caen sin la menor vacilación-. Aquí y mientras dure la noche, sólo tienes un trabajo y eso es satisfacerme a mí, ¿entendido?
La ronda de golpes se detiene lo suficiente para que tengas tiempo de recomponerte y darle una respuesta.
Tú
[[le gritas que se joda]]
[[le pides perdón]]
Pero eso no es algo que tu Amo esté dispuesto a aceptar. De pronto tienes el rostro entre sus manos y unos dedos aprietan tu nariz, manteniéndose ahí hasta que tienes que abrir la boca para respirar y entonces sientes sus dedos aprovechando de meterse. Te agarra de la lengua para que no se te ocurra morder hacia abajo o algo parecido. Intentas huir, pero su otra mano te agarra firme de la nuca y no puedes hacer nada cuando él acerca su miembro caliente, deslizándolo por encima de tu lengua rosada, bañándola en el sabor indescriptible de su carne.
No puedes evitar estremecerte y gemir. Ha pasado demasiado tiempo desde la última vez que tuviste oportunidad de probar algo tan delicioso y desde el momento que lo sentiste llenándote, en que besaste las venas y lo notas queriendo meterse todavía más profundo, no tenías otra opción que abrazar ese placer enloquecedor. Escuchas a tus propios lametazos hambrientos, pasando de arriba abajo de ese enorme erección hasta los testículos que no tardas en chupar con ansias.
Tu Amo a partir de ese punto ya no necesita mover tu cabeza, porque ahora estás encantado de hacer el trabajo. Podrías quedártele mamándosela toda la noche hasta acabar bañado en su recompensa blanca y habrias estado más que satisfecho, pero él tiene otros planes en mente y te aparta de un tirón en la cabeza. No puedes evitar gimotear descontento.
Él te sigue aferrando mientras se te pone detrás y te inclina al frente, haciéndote apoyar el rostro contra la superficie del suelo. Menos mal que todo está cubierto con una alfombra suave. Huele a limpio, pero no tienes el interés de admirar el buen servicio que tienen antes de que te tome los brazos, atándotelos a la espalda con una soga que a saber de dónde ha salido. Tus rodillas son igualmente atadas juntas por si se te ocurre pelear con ellas.
No sabes qué es más humillante, el saberte tan indefenso bajo su poder o lo mucho que te excita saberte así, el saber que así es como realmente sientes placer. Sientes dedos embardunados en lubricante explorando tu ano y probando su elasticidad.
-Serás bien perra, que tu culo parece dispuesto a recibir el puño de un boxeador. Muchas y muchas pollas habrán pasado por aquí para que ahora lo tengas tan flexible, ¿no es así?
Tú no respondes porque sabes que es verdad. Incluso si no pollas de verdad, al menos sí disfrutabas de tus juguetes en casa. De todos modos escuchar esas palabras, pronunciadas en un tono de burla, te está calentando incluso más de lo que creías posible. De pronto sientes algo presionando contra tu entrada, pero es demasiado sólido y frío para tratarse de tu Amo. Cuando él empuja el resto hasta que atraviesa tu interior lo entiendes: un huevo vibrador.
Ni siquiera tienes oportunidad de acostumbrarte a la nueva sensación antes de que tu Amo lo active a la máxima potencia. La sensación violenta es incómoda y dolorosa al principio, pero sólo te siente agitándote más en desesperación por no poder tocarte o al menos frotarte contra algo. Tu tortura sólo aumenta cuando percibes una familiar presión en tu erección: un anillo metálico brillante acaba de cerrarse a tu alrededor. No vas a poder terminar sin que alguien te lo quite.
Tú
[[protestas que eso ya no es justo]]
[[le ruegas que por favor te lo quite]]
Tu Amo te palmea la cabeza. Es un gesto inesperadamente tierno que te tiene absurdamente contento. Sigues gimoteando y giras la cabeza hacia su mano, lamiéndole la palma antes de continuar con sus dedos y finalmente comenzar a chupar en sus poderosos dedos. Él introduce su dedo hasta donde puede y tú arreglas tu posición de arrodillado en el sueño.
Sólo dejas ir al dedo de tu Amo para inclinarte sobre sus botas y lamerlas. Agitas tu parte trasera como si quisieras agitar una cola y te inclinas hacia el suelo, apoyando tus hombros en el dorso de tus manos.
Tu Amo levanta su bota sobre tu cabeza y te la aprieta, sin emplear demasiada fuerza, contra el suelo. Estás literalmente bajo su bota y no podrías estar más que en la gloria. Le ruegas, empleando tu voz más dócil y humilde, que tenga la bondad de permitirte tocarte, por favor, que lo necesitabas tremendamente. Él se ríe sin piedad y te pregunta si no te da vergüenza tener tan poca dignidad. No tienes ningún inconveniente en decirle que no, ninguna. Eres una sucia perra y la única razón por la que estabas ahí era para servir a tu Amo, para tratar de ser digno de cualquier cosa que quisiera darle.
El diálogo sale bastante fácil de tus labios incluso si te estás sintiendo explotar de la excitación. Pensar en esas palabras en tus fantasías privadas tocándote a tí mismo furiosamente, empleando alguna forma auto-tortura, era una cosa; pero era completamente diferente pronunciarlas y escucharlas viajar en el aire, dirigiéndolas hacia justo los oídos a los que quería llegar. Una sensación abrumadora te nubló la mente, intoxicándote un poco con una esencia que no habías sentido hacía tiempo. La pequeña parte de ti que todavía está consciente recibe ese viaje con alegría.
[[Aquí tu recompensa]]
-¿Cómo es eso? -responde tu Amo, tomándote del mentón con fuerza para acercarte a su rostro y así no puedes apartar la vista de sus ojos clavándose en los suyos-. ¿Te piensas que eres demasiado para obedecer mientras estés aquí? ¿Crees que estás aquí sólo para recibir tu dulce sin tener que trabajar por ello? ¿Eres una princesita aquí acaso?
No puedes moverte, pero te das cuenta de que en realidad no presiona demasiado, sólo lo justo para mantenerte en tu lugar. El lugar por el cual ya habías pagado ocupar.
Tú
[[le pides perdón]]
[[le gritas que se joda]]
En esa noche podrías estar jugando en línea o buscando porno en la red. Podrías haber salido a comer algo fuera y disfrutar de la ciudad tan bella como era. Podrías haber hecho miles de cosas y ninguna de esas podría haber saciado tu sed como ahora lo estaba haciendo el estar sentado en frente de tu Amo sobre la cama, tú mismo sosteniéndote las piernas en alto mientras tus ojos parecían pegados a la lente de la cámara que él sostenía.
Sabías que en realidad nada estaba siendo grabado, que la cámara ni siquiera tenía una tarjeta de memoria. Tu Amo no te lo ha dicho porque eso podría romper el momento, pero tú lo sabes porque has firmado un contrato estableciéndolo. El sitio se suponía que te garantizaba completo anonimato. Total desprendimiento del mundo exterior para entregarte a tus verdaderos deseos sin culpa.
La única razón por la que estaba cargada era para que al presionar el botón correspondiente escucharas el sonido de obturador y vieras la forma en que la máquina se movía cuando tu Amo presionaba para hacer zoom. Específicamente te lo hacía en la entrepierna, y todavía más específicamente, a tu ano contrayéndose y relajándose bajo su mirada atenta. Esos eran hechos de la realidad.
En tu mundo de fantasia, tu Amo te ha dicho de que lo está filmando todo para hacer un video que luego venderá por la red, para que todo mundo supiera qué clase de hombres eres en verdad. El pensamiento de que no sólo tu Amo te observaba, sino un montón de tipos sosteniéndose las pollas calientes en sus manos, no perdiéndose detalle de tu cuerpo, te tiene en una nube de la que no quieres volver a bajarte nunca.
Casi puedes escuchar las vejaciones que tienen preparados todos y te permites fantasear fiestas de bukake en la que tu Amo está ahí, cobrándole una miseria y burlándose de que una zorra tan fácil como tú no valía más que eso. Cuando alguien aparecía sin siquiera esos centavos, daba igual, la casa invitaba. Dios sabía que a ti no te importaba recibir a uno más.
-Amo... -gimoteas. Escuchabas tu respiración acelerada y tu corazón galopando sin pausa. Las imágenes que conjuras en tu mente mirando a esa cámara, sabiendo que estaba ahí, que de verdad alguien te estaba filmando, son tan claras y nítidas como si ya las hubieras vivido. Y sin embargo...
-Amo, por favor... esto no.
Tu Amo baja la cámara para fruncir el ceño.
-¿Te he preguntado acaso tu opinión, perra? ¿A quién le interesa lo que piensa una zorra barata que se anda exhibiendo para la red?
Gimoteas de nuevo y vuelves a levantar tus piernas, que habías permitido aflojar antes. La cámara vuelve a cubrir el rostro de tu Amo y, por primera vez, no te atreves a mirarlo. Miras a su amplio pecho, miras a su mentón masculino, al montículo que se le veía entre las piernas en esa posición. Pero cuando les mandas a tus músculos moverse, cierras los ojos con fuerza, buscando abstraerte del terrible sentimiento de vergüenza que te invade.
Nada de lo que has hecho en ese cuarto ha sido como eso. Y encima con la amenaza de tener un público. Es casi demasiado para que puedas procesarlo. ¡Por dios, que tú eres un tipo decente! Pero a pesar de toda tu incredulidad, puedes sentir al huevo comenzando a deslizarse hacia afuera, vibrando por todo el camino.
Duele un poco cuando pasa los últimos tramos de tu cuerpo, pero la emoción principal que lo usurpa todo sigue siendo tu embarazo. Estás llorando mientras el huevo acaba de deslizarse fuera de ti y queda vibrando en frente de la cama. Dejas caer tus piernas, agotado y tratando de recuperar el aliento.
Después de lo que juras fueron minutos interminables, la mano de tu Amo te rodea tu miembro todavía aprisionado y tu respingo de sorpresa se lo traga su lengua experta, sumiéndose en tu boca hambrienta. Le pruebas todo lo que puedes mientras tienes la oportunidad. Efectivamente distraído con el beso, casi no notas el momento en que tu Amo desprende el anillo y lleva tu propia mano hacia la erección.
-Tienes que terminar para tus admiradores -dice él y vuelve a ponerse en frente de ti, grabando.
Tu mano se mueve casi como si tuviera mente propia, frotando tu piel ardiente de arriba abajo con una furia desconocida. Tu Amo te pregunta si te gustaba dar ese espectáculo para tantos extraños, qué creías que iban a pensar de ti en tu trabajo. ¿Creías acaso que era posible que tus compañeros luego decidieran comprobar por sí mismo qué perra tan obediente que eras?
A cada palabra que salía de sus labios, un escenario más pecaminoso se presenta ante tus ojos y no puedes contenerte más. Te derramas en chorros gruesos y rápidos en los que sientes que sete va igualmente el alma.
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Te han permitido bañarte. Por el precio que has pagado, puedes llevarte la cámara. Tu Amo te despide con un firme apretón y espera verte el próximo fin de semana.
Tú le dices que estarías encantado de hacerlo.
No sabes qué te ha poseído para llegar a tanto, pero ahí estás y antes de que pudieras hacer nada para evitarlo ya has gritado las palabras y por un segundo incluso tú mismo te sorprendes por lo convincente que resultas. Tu Amo no está menos impactado por escuchar ese exabrupto, pero a diferencia tuya él se adapta rápidamente al cambio y una sonrisa definitivamente sádica pinta su rostro.
No sabes si asumir que la jodiste en serio o que la mejor parte de la noche está recién por empezar.
[[Acepta tu castigo]]
No puedes seguir peleando. Los golpes dolían en serio, y eso en parte era bueno, pero no querías pasar la noche sólo pasando por dolor. La sumisión misma traía su propia dosis de placer y estás cansado de seguir escapando de ese misme platillo la noche que se suponía que te ibas a dar un banquete.
Revistes a tu voz de una nueva suavidad que no habías empleado antes. Te das la media vuelta e inclinas tu espalda hasta quedar lo más plano posible en frente de tu Amo, la cabeza baja. El movimiento duele, no quieres apoyar tus nalgas en tus pies así que las dejas un poco al aire.
Le aseguras a tu Amo que has aprendido la lección y que ya no debía preocuparse. Harías todo lo que él quisiera. Eres su perra. Eres su puta. Sólo existes para su placer.
Tu Amo te palmea suavemente la cabeza. La curiosidad te vence y acabas viendo en su rostro una nueva sonrisa. Está complacido contigo. La idea agita a tu corazón y estás ansioso por obedecer, por hacer lo que sea con tal de poner mantener a tu Amo contento.
[[Aquí tu recompensa]]
Duele. Tus brazos por sobre tu cabeza mientras eres sostenido en una equis gigante de madera pulida, pero peor que nada es el dolor de tus testículos por ese maldito anillo cuyo único propósito es cortarte el placer en seco.
En tu pecho tu Amo te está lamiendo y mordiendo ligeramente los pezones para ponérselos duros; de esa manera le es más fácil atrapados en un par de varillas delgas que tu Amo ata de forma experta entre sí, apretándote peor que cualquier pinza. El mismo proceso se repite con tu otro pezón y no puedes evitar contemplar en admiración el trabajo que ha hecho.
Menos admiración sientes cuando el trabajo pasa a tus partes bajas. Por un segundo tuviste el atrevimiento de pensar que finalmente iba a darte alivio, que el hecho de que te sacara el anillo quería decir que al menos se iban a encargar de esa parte, pero estuviste bien equivocado cuando una cuerda comienza a rodearte la erección y tu Amo está atando a tus testículos juntos en un apretado nudo. Las manos del hombre se mueven con confianza y seguridad, como si hubiera hecho lo mismo miles de veces, y no tienes la menor duda de que así es.
-A ver si así ahora te empiezas a hacer mejor una idea de cuál es tu lugar aquí -dice el hombre, dándole un último tirón y acabando el bondage con un gran moño que sólo puede ser para humillarte más-. A las perras maleducadas siempre hay que acabar enseñándoles por la malas.
Entonces tu Amo se volvió hacia un armario y volvió al otro rato. Tiene electricidad, pensaste aunque eso no es correcto. No recordaba cómo se llamaba, pero tu Amo tiene una varilla delgada que estás seguro haber visto antes en alguna página especializada en el dolor placentero y sabes qué es lo que hace una vez se les presiona el botón al fondo.
Los golpes que te da con el juguete en los testículos, los cuales de por sí estaban bastante insensibilizados, envía una corriente poderosa que te arranca un grito. O lo haría si no te hubiera amordazado con una pelota roja. La saliva te sale por un costado de la boca cuando la abres más, dejando salir un sonido ahogado lastimero y patético.
Dios, esto era lo que quería. Justo esto. Nada más que esto.
-Jódete... -murmuras como puedes.
Peleas inútilmente. Quieres saber si él está dispuesto para usar al juguete para su específico propósito o sólo serán golpes o qué otras torturas podía convocar siendo más difícil.
-No, no, así no -dijo tu Amo y te da otro azote-. Tú sabes cuál es la respuesta correcta, vamos.
Niegas con la cabeza con la mayor vehemencia que puedes.
Un grito en el que se escucha tanto dolor como un endemoniado alivio te vacía los pulmones cuando un pinchazo eléctrico se da contra la cabeza de tu miembro, mucho más colorado que antes pero sin llegar a un preocupante morado. La insensibilidad es parecida a la de una pierna dormida, sólo que menos intensa. Para evitar problemas te ha dado un nudo algo flojo, permitiendo a tus arterias y venas seguir bombeando sangre caliente, pero sin permitirle regresar o tener alivio.
Agujas, piensas cuando te da un nuevo choque eléctrico, un poco más potente. Eran como agujas. Agujas. ¿Por qué no se te había ocurrido pedir por ellos antes? Quieres conocer el dolor de las agujas. De la cera, del fuego. Estás drogado con tu propio placer y en algún momento, a pesar de todos tus intentos, te encuentras convertido a ese estado deseable en el que ya no te importa nada ni nadie.
Sólo quieres obedecer. Quieres recibir las atenciones de tu Amo, tan bruscas como este quiera. Tienes una sensación extraña cuando él presiona el juguete contra tu ano y te da un nuevo choque. Era como una pelota creciendo dentro de ti que estallara en tu cabeza, empapando a todos tus músculos para obligarlos a relajarse.
No sería hasta más tarde, cuando hubieras tenido oportunidad de bañarte y recuperarte, que tu Amo te explicaría que habías tenido un orgasmo seco de puro dolor. Te vas a sentir absurdamente orgulloso por ello.
Las memorias de lo siguiente que pasó se te escapan. Te irías a casa con el culo adolorido, tanto afuera como adentro, y el recuerdo de un puño moviéndosete adentro. Te vas en un taxi, todavía no del todo de vuelta en el mundo real, pero sonríes para sí.
Vas a volver ahí, eso es definitivo.
Un nuevo azote en tus nalgas te hace soltar un respingo que ahoga tus palabras.
-¿Quién te has pensado que eres, zorra, hablándome así? -Tu Amo se inclina sobre tu espalda, haciéndote sentir el bulto de su entrepierna hinchada contra tus nalgas abiertas y sus manos se apoyan a cada lado de tu rostro-. Tú no eres nada más que mi juguete para usar y abusar como yo quiera -Su mano viaja al espacio entre tu pecho y el piso para agarrarte una tetilla, dándole un fuerte apretón que te tiene tensando la mandíbula y todo tu cuerpo temblando para no escapar de sus manos; sabías que sería un intento inútil con la manera en que te tiene aprisionado-. ¿O necesito recordarte cuál es tu lugar?
Tú
[[asientes, dándole la razón|le pides perdón]]
[[le dices que a lo mejor tiene que hacerlo|le gritas que se joda]]
Meneas un poco las caderas sólo para darle más énfasis a lo mucho que necesitabas esa liberación. La mano de tu Amo que todavía oprimía tu pobre pezón lo deja suelto y su palma caliente pasea libre por tu pecho, casi como para instarte calma y asegurarte que todo está bien.
Es extraño, pero incluso si el contacto no tiene nada de sexual de por sí, sí logra relajarte un poco. Incluso si el condenado juguete continúa haciendo estremecer tus entrañas y la presión no hace más que aumentar.
-Vamos -susurras, todavía rozando tu cuerpo contra el suyo. Sientes tu calor envolverte, ahogando tu mente y su aroma tan cercano es demasiado delicioso para no querer llenándote los pulmones-. Señor, por favor, dele a esta perra lo que necesita.
-Muy bien, putita -dijo tu Amo y te da una palmada en la cabeza, como a un perro que finalmente consiguiera aprenderse el truco como debía-. Así me gusta. Bien portada, sin vergüenza. ¿Estás lista para finalmente aceptar el lugar que te corresponde?
Tú
[[asientes sumisamente.|Aquí tu recompensa]]
[[le gritas que se joda]]